Aunque intente ignorar los síntomas, Irene está desapareciendo. Los sensores no la detectan, las palabras que escribe se borran, quiere agarrar una copa y su mano la atraviesa. El primero en notarlo es Lázuli pero pronto también lo perciben los demás animales de apoyo emocional que habitan su mundo: canguros, cebras, dragones de Komodo que acompañan a quienes se sienten solos. Desaparecer es un efecto colateral muy poco común de la soledad profunda y ella está furiosa. No porque la desaparición parezca incurable, ni porque tenga que someterse a cada remedio posible, sino porque a Irene le encanta su soledad y no entiende cómo pudo volverse en su contra.

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Novela corta

160 páginas

14 cm x 22 cm

Encuadernación rústica